Cuando nació mi hermana yo tenía tan sólo 2 años y medio. Hasta entonces había sido la reina de mi casa y de mi familia por méritos propios ya que era una niña vivaracha, charlatana, ocurrente y según me contaban aprendía rápido y aprendí a hablar muy pronto. Mi hermana fue un bebé precioso, nació con mucho pelo y una cara muy linda. Además mi madre estuvo a punto de morir para que ella naciera con un parto muy complicado.Todo el mundo venía a conocer a la nueva bebé y se deshacían en piropos y en regalos para la pequeña.
Me sentí destronada e ignorada, mi padre se dio cuenta que yo me escondía en un rincón y observaba desde allí como el protagonismo se lo llevaba ese bebé que había llegado a casa un día con mis padres y que acaparaba la atención de todos.
En ese momento mi padre me cogió en brazos y me hizo protagonista de todo, con regalos, con su atención continua, con su dedicación, con sus mimos.
A partir de ese momento me convertí en "su ojito derecho" y él fue para mí el hombre más sabio y más importante del mundo.
Nos dio una infancia maravillosa a mi hermana y a mí, gracias también a una madre alegre, juguetona, cantarina y con una capacidad de amar increible. Sus hijas para ella eran lo primero y nuestra salud y nuestra felicidad también.
He tenido la suerte de tener unos padres alegres, festeros y que nos han hecho partícipe de todas las fiestas y todas las cosas bonitas y alegres de la vida. Siempre evitando que tuviésemos que presenciar conversaciones o discusiones poco adecuadas. Nos inculcaron valores y principios que a lo largo de la vida nos han ayudado a ser lo que ahora somos. Nos educaron y nos enseñaron que el respeto a los demás era fundamental para que nos respetasen a nosotras. Y sobre todo nos enseñaron que la vida hay que disfrutarla porque es la mejor manera de vivirla.
Hay una cosa que les agradezco especialmente. Me enseñaron a ser sevillana, a querer, admirar y amar esta ciudad que tuvimos la suerte de tener como cuna. Mis padres me enseñaron la sevillanía.
Los sábados por la mañana y después de desayunar pan frito que mi madre nos preparaba, nos arreglaba mi madre como a dos muñecas y mi padre nos llevaba de la mano a conocer Sevilla. Nos subió a la Giralda, nos enseñó la Catedral, el Alcazar, el Barrio de Santa Cruz, Triana, las casas de vecinos, las casas Palacios, todo ello con sus historias. Nos contó porque había una calle que se llamaba Hombre de Piedra y otra Cabeza del Rey Don Pedro. Nos llevo a los Museos de Bellas Artes, de Artes y Costumbres, al Parque de Maria Luisa, donde nos contaba la historia de la Expo del 29 que tantas cosas maravillosas dejó en esta ciudad, como la Plaza de España. Y por supuesto a la Plaza de América (o de las palomas) y compraba arvejones para que le diésemos de comer a las palomas. Pero sobre todo me descubrió mi rincón favorito de esta ciudad...la plaza de Sta. Marta, las tardes que he pasado allí leyendo un libro en los escalones de esa cruz, algún beso de adolescente con algún noviete, sueños de otros tiempos donde Sevilla era otra, el silencio de ese lugar, el olor a azahar....
Nos enseñó la pasión por la lectura y tenía una paciencia infinita para jugar con nosotras. Recuerdo cuando con un Atlas que me regaló "jugábamos" a que me aprendiese las capitales de mundo.
Me enseñó a montar en bici, a reconocer las señales de tráfico (yo lo preguntaba todo porque siempre el ansia de aprender y la curiosidad me podía). Era el que más adivinanzas y trabalenguas se sabía y nos enseñó muchísimos
Era un hombre divertido, con mucho sentido del humor, contaba chistes como nadie y se le caía la baba cuando escuchaba a mi madre cantar.
Mi padre se puso enfermo hace unos 30 años, una enfermedad respiratoria crónica defecto de su familia, ya que muchos de sus componentes la padecían. Tuvo que vivir ayudado por una bombona de oxigeno durante todos esos años, al principio hacía una vida normal pero al llegar a casa se tenía que poner el oxigeno para poder seguir haciendo una vida"normal"
Con los años cada vez dependía más de esa gomita metida en la nariz y cada vez tenía más medicinas en su mesa de noche, por supuesto su calidad de vida fue mermando al cabo de los años.
Pero su fuerza y su vitalidad seguían ahí y en cuanto podía el alma de deportista que llevaba dentro (fue jugador del Sevilla F.C. cuando era muy joven) le hacia dar grandes caminatas y hacer ejercicios siempre que su fuerza se lo permitía.
Hace menos de tres años se fue mi madre, así, rápidamente y en cuestión de meses. Eso hizo que a mi padre le quitara más aire que la falta de oxigeno en sus pulmones. Desde entonces decidió que su vida no tenía mucho sentido y aunque vivía se le notaba que ya no quería estar aquí.
Ayer lo incineramos.
Mi padre, el hombre más interesante, inteligente, con mayor sentido del humor y sociable que he conocido, el que me enseñó mucho de lo que hoy soy, nació un día 11 hace 83 años y después de 11 días en el hospital se marchó el 11 del 11 del 11.
Aún no soy consciente de que te has ido pero sé que ahora estás mucho mejor que aquí y además estás con mamá que es lo que tú querías y lo que te faltaba.
Nosotras seguiremos adelante, pero perderos a los dos en un tiempo tan corto es difícil de asumir.
Sólo te pido que cuides de mamá y que los dos nos cuidéis a nosotras allá donde estéis.
A mí me queda todo lo que llevo vuestro en mi forma de ser y todo el amor que me habéis dado desde el momento que nací.
Mi padre se fue el 11/11/11 y aún lo tengo que llorar.
Te quiero Papá.