miércoles, 22 de agosto de 2012

Tres días.




Tres días de desconexión con el mundo real y virtual.
Tres días rodeada de tradición en estado puro.
Tres días con mi gente, la de siempre, las que están ahí contra viento y marea.
Tres días dejando que ese rinconcito donde guardo este tipo de emociones acapare todo lo que importa y lo que no.
Tres días, recordando, añorando, extrañando a los que se fueron.
Tres días disfrutando de la primera vez de los más nuevos.
Tres días volviendo a sentir que soy una niña y que hay una parte de mí que siempre lo será.
Tres días que en mi mente no caben los que no tienen nada que ver con todo esto.
Tres días donde ser, estar y parecer es todo uno.
Tres días sintiéndome libre, libre de todo y de todos.
Tres días que me han dado mucha fuerza y me ha hecho recargar pilas.
Tres días que contradictoriamente han sido tan intensos interiormente que me han dejado agotada.
Tres días en los que he llorado, reído, cantado, sentido, querido y me he dejado querer.

...hoy, después de esos tres días, sé que hay cosas que por muy profundamente que las guardes, cuando llega el momento, de repente, las tienes a flor de piel.

¿Cuando pasen siete años quién te volverá a ti a ver...?espero que no faltemos ninguno.






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