miércoles, 23 de marzo de 2011

Un día de la semana


Ya he comentado en alguna ocasión que desde hace un tiempo las esperadas fiestas que se aproximan no me entusiasman demasiado, quizás porque en otros tiempos me apasionaban y disfrutaba mucho de ellas. Pero hay algo que está sucediendo desde hace unas semanas que me remueve algo cada vez que ocurre.
La calle donde vivo no es una calle con demasiado tránsito de vehículos y ahora con la nueva normativa de la circulación por el centro menos. Pero sí que es muy transitada por viandantes, ya sean turistas o residentes. Al pasar a la altura de mis balcones se les oye hablar, reir y a veces gritar.
Como decía, desde hace un tiempo una vez a la semana un murmullo más ruidoso de lo habitual me sorprende y hace que baje el volumen de la tele para poder indentificarlo. Al hacerlo siento como una fuerza inexplicable e inevitable hace que me levante del sofá, deje de ver lo que esté viendo y haga que me asome al balcon.
Hoy estaba viendo Dowton Abbey (esa serie de la que ya os hablé la semana pasada) y volvió a suceder. Abrí el balcon y una brisa fresca que olía a azahar me traía una música que reconocí al instante, hombres con costales, novias acompañandolos, un palio de madera sin pulir, con los varales protegidos, vigas para simular el peso y un reproductor tocando Rocío.
Un ensayo.
Con todo lo que conlleva de tradicional, típico, tópico, costumbrista, folclórico.....pero algo producía todo aquello en mí que me era imposible despegar de la baranda del balcón.
¿Será que todo eso aún anda por ahí en alguna parte de mí?....ya veremos.

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