La calle donde vivo no es una calle con demasiado tránsito de vehículos y ahora con la nueva normativa de la circulación por el centro menos. Pero sí que es muy transitada por viandantes, ya sean turistas o residentes. Al pasar a la altura de mis balcones se les oye hablar, reir y a veces gritar.
Como decía, desde hace un tiempo una vez a la semana un murmullo más ruidoso de lo habitual me sorprende y hace que baje el volumen de la tele para poder indentificarlo. Al hacerlo siento como una fuerza inexplicable e inevitable hace que me levante del sofá, deje de ver lo que esté viendo y haga que me asome al balcon.
Hoy estaba viendo Dowton Abbey (esa serie de la que ya os hablé la semana pasada) y volvió a suceder. Abrí el balcon y una brisa fresca que olía a azahar me traía una música que reconocí al instante, hombres con costales, novias acompañandolos, un palio de madera sin pulir, con los varales protegidos, vigas para simular el peso y un reproductor tocando Rocío.
Un ensayo.
Con todo lo que conlleva de tradicional, típico, tópico, costumbrista, folclórico.....pero algo producía todo aquello en mí que me era imposible despegar de la baranda del balcón.
¿Será que todo eso aún anda por ahí en alguna parte de mí?....ya veremos.
Dicen que donde hubo fuego...ascuas quedan...
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